lunes, 3 de noviembre de 2014

Juana de Ibarbourou e Idea Vilariño


Noche desierta   Idea Vilariño (1920 -2009). 

Noche desierta
Noche
más que la noche todo
El vacío espantable de los cielos
cercándome mi noche
O mi cuarto mi cama
Mis pocos años míos
De sangre piel respiración
De vida
Quiero decir
Mi vida fugaz
Mis años pocos.
Y nadie a quien poder
Abrazarse llorando.


 



Análisis de “Noche Desierta”

Título

El título de este texto nos presenta una circunstancia que podría verse como algo inocente y común: una noche cualquiera. Tal vez una noche más triste que otras por el componente de la soledad, del vacío del adjetivo “desierta”. Pero una vez que nos adentramos en la semántica de estas palabras, nos encontramos con una profundidad mayor, no sólo en su título, sino también en el contenido del poema.

No se trata de “una noche”, sino de todas las noches, sin una singularidad, es una noche eterna. No se trata de la apacible soledad de la noche, imaginada con estrellas y acompañada de la tranquilidad de un estado voluntario, sino de la oscuridad del alma, de la imposibilidad de creer en algo, de aferrarse a “una luz”. Es la noche del vacío existencial, la noche que más teme el hombre.

La noche es el momento del día en que el hombre se recluye en sí mismo, donde se encuentra irremediablemente consigo luego del movimiento del día. Es cuando la razón duerme, y la pasión despierta, y con ella todo lo irracional, lo incontrolable invade al hombre y nada detiene esos torrentes de pensamientos pasionales: todo lo que está dentro de él realmente sale sin control, sin la censura de la razón. Este yo lírico vive permanentemente esta noche, donde el cuestionamiento y el “para qué” de su vida están en la inmediatez permanente.

Pero esta noche está acompañada por el adjetivo “desierta” que implica la nada, no sólo la soledad, sino la Nada. Nada a qué aferrarse, nada en qué ampararse, nadie con quien compartir, no porque no exista el componente humano, sino porque nadie puede acompañar verdaderamente a nadie. Es la desesperación de la soledad más absoluta, tanto humana como divina.

Tampoco existe lo material que ayude a aliviar esta soledad. Lo materia es vano, vacío, es mobiliario desolado y carente de significado, más que el de estar allí, como algo esencial pero inocuo.

Estructura externa e interna

El poema está formado por versos irregulares, sin rima. El sentir del yo lírico fluye sin restricciones, sin rigideces métricas, sin regulaciones inoportunas cuando lo que importa es el sentir más descarnado de la soledad existencial. ¿Qué sentido puede tener una regularidad métrica o una rigidez en la rima frente al desamparo, aún de lo divino?

La estructura interna podría medirse en tres partes: la noche, la lucha entre ese descreimiento y el la vida que le pertenece por ser la que vive, y la soledad, el precio que se paga por esa vida.

Análisis
Noche desierta
noche
más que la noche todo
El vacío espantable de los cielos
cercándome mi noche
O mi cuarto mi cama
Mis pocos años míos
De sangre piel respiración
De vida
Quiero decir
Mi vida fugaz
Mis años pocos.
Y nadie a quien poder
Abrazarse llorando.

El poema comienza con la repetición del título. La presencia de la noche se hace constante, gracias a la anáfora (repetición de una palabra al principio del verso) que nos introduce en el sentimiento intimista de este yo. Ya está: decir “noche desierta” es igual que decir “noche”. El yo lírico juega todo el tiempo con la métrica, por momentos la agranda, y por momentos la hace tan pequeña que nos recuerda a la palabra que nace del último aliento, de aquello que se dice, aunque sobre, pero como una constatación de una realidad irrevocable. La noche es la del alma, la noche es la eterna, y sólo con decir “noche”, ya es redundante suponer que es “desierta”. Pero igual, primero lo dice, luego lo susurra, porque esa noche, pesa.

más que la noche todo
El vacío espantable de los cielos

El peso de esa noche radica en el vacío espiritual, porque “los cielos” no están. El principio de la fe es la esperanza en lo que no se ve. Los cielos son la metáfora de todas y cada una de las “religiones”, el “religare” del latín, que significa el volver a ligar al hombre con la inmensidad de los divino. La fe en algo le da al hombre la tranquilidad, la confianza, la esperanza, la seguridad y la certeza de que la felicidad existe y que la muerte es una instancia pasajera, sabiendo que existe la promesa de una vida mejor y eterna. La fe, la acción del “religare” devuelve al hombre la idea de salvación y la tranquilidad de no sentirse perdido, tanto después de la muerte como en la vida misma. La vida así con este tesoro se vuelve más llevadera, más preciada, más soportable en los momentos difíciles. ¡Pero pobre del hombre que no la tenga! Así es el sentir de este yo lírico, que no cree, no porque no entienda lo importancia de creer, sino porque no puede. Es por esto que esta circunstancia no es algo llevadero, no es algo voluntario, es una imposibilidad que vuelve la situación “espantable”. Los cielos parecen haberse espantado del yo, parecen haber huido de su ser, y por lo tanto, parece que este yo lírico no está bajo la gracia de ningún dios. El horror, el espanto está en no poder creer, lo que lo deja en la completa desesperanza, desamparo, y soledad. Ese es el “castigo” por la falta de fe en un dios que por más amoroso que sea, no alcanza a llenar las expectativas de este yo.

La situación del yo se vuelve insostenible. No cree, sabe que es bueno creer, pero no puede evitarlo, porque eso no se impone. Así que el castigo de la vida es injusto e irremediable. Por más que la vida se disfrute a pleno, siempre será muy poco, porque nada sostiene la idea de eternidad. Es por eso que este yo parece pelear con aquello que no cree, con “el vacío espantable de los cielos” y reitera, insistentemente los pronombre posesivos “mi”, “mis”, “míos”. Tal vez no tendrá vida eterna, tal vez no tendrá un dios que la acompañe, que la guíe o le de señales, pero entonces su vida es suya, única, irrepetible, intransferible, y nada le debe a ese dios en el que no quiere creer. El yo refuerza así la idea del aislamiento, porque nadie podrá comprender esta lucha, ni compartir este sentir, que es su propia vida.

Los hombres nos acercamos unos a otros de formas muy ineficaces, aún cuando quisiéramos hacerlo de maneras más profundas. Algunos se acercan más al otro, tal vez por experiencias parecidas, y otros jamás logran una cercanía aceptable. Pero la “Palabra”, puente que el hombre inventó para subsanar su soledad, no es otra cosa que un puente movedizo, en el que algunas tablas se aflojan y a veces caemos al abismo. El hombre no logra nunca, realmente cruzar ese puente, y todos sabemos que hay un núcleo interior que jamás puede compartirse, y que en eso radica nuestra vida. La idea de dios es una posibilidad de que ese aislamiento no exista. Al menos él puede entender lo que no podemos decir, él puede comprender lo que ni siquiera entendemos, y sentir lo que no podemos expresar, porque en las cualidades que el hombre ve en dios está el comprendernos, amarnos, perdonarnos, y saber lo que necesitamos y sentimos sin necesidad de que tengamos que expresárselo. Si no creo en esto, lo humano es muy mediocre para cumplir esa función.

cercándome mi noche
O mi cuarto mi cama

El vacío espiritual va cercando al yo, a su noche, a su cuarto y a su cama, como si este vacío tuviera cuerpo y aprisionara, aplastara, ahogara al yo, no permitiéndole una salida. El yo enumera sus circunstancias yendo de lo más grande a lo más pequeño, hasta terminar en su interior donde el vacío también invade y aprisiona. Todo es invadido por esta falta de lo espiritual. Qué sentido tiene lo material, si lo único que queda es la soledad y el vacío. Pero el no tener una vida espiritual, o el no poder creer, hace que este yo se aferre a lo único que tiene: su vida, sus pocos años. No es poca cosa, es lo único que el hombre ve, sabe y tiene certeza de que posee.

Mis pocos años míos
De sangre piel respiración
De vida

No estamos hablando de años reales, físicos, sino de años en relación con la eternidad de los divino. No importa cuantos años viva el hombre, diez, treinta, ochenta, siempre serán pocos cuando se miran en la perspectiva de la eternidad. Incluso si se lo compara con la naturaleza, ¿qué es la vida del hombre en relación a los años del mar o del sol?

La reiteración de los posesivos “mis”, “míos” refuerzan esta idea, nos sugiere que se aferra a estos años, que aún cuando fueran pocos, son del yo y los atesora: es lo único que tiene. Son años intensos, marcados por los tres sustantivos: “sangre piel respiración”. Esta enumeración sugiere la pasión, la necesidad de sentir y la respiración como lo esencial para la vida. A su vez nos hace pensar en la relación sexual por su intensidad. La vida para este yo es una mezcla confusa de sensaciones vitales y sexuales. La sexualidad es para este yo lírico un acto de encuentro, de comunicación humana, y un instante en que la vida y la muerte se juntan. Podríamos citar el poema “si me muriera esta noche” que dice:

Si me muriera esta noche
Si pudiera morir
Si me muriera
Si este coito feroz interminable…

A pesar de que el yo lírico se encuentra vacía de dios y desamparada también frente a la muerte, esta mezcla de elementos tan vitales y humanos como la sangre, la piel y la respiración, le dan un alivio frente a la sensación de la muerte permanente. No tendrá la posibilidad de la fe, y por eso atesora la vida.

Los únicos dos versos que tienen una métrica reducida son “noche” y “vida”, lo que nos permite asociarlos. Así, la noche y la vida para ella son lo mismo.

La última parte del poema es una especie de resumen de todo lo anterior. El yo lírico retoma las ideas ya planteadas y agrega al concepto de vida la palabra “fugaz”. Esta vida pasa rápida, tanto que el hombre no puede retenerla, y si la disfruta será con la conciencia pesada de la fugacidad. De esta vida sólo quedan los años y su angustia, pocos, pero suyos, lo único que no puede serle quitado, porque son personales, íntimos y vividos por este yo.

Termina hablando de su soledad, de su incomunicación, porque no puede expresar sus emociones. La imposibilidad de transmitir lo que sentimos, condena al hombre al aislamiento, que no puede destruirse ni siquiera con un abrazo..

Según Fromm el abrazo es la posibilidad del hombre de eliminar la separatidad. Este concepto implica el hombre vive separado del otro, no sólo físicamente, sino emocional y espiritualmente. Toda su vida es la búsqueda de eliminar esa separatidad. Para Fromm, el abrazo es ese instante en que la separación desaparece. Par Idea, eso es imposible.

Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris


La hora.  Juana de Ibarbourou  (1892 - 1980)

Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.

Tómame ahora que aún es sombría
esta taciturna cabellera mía.

Ahora que tengo la carne olorosa
y los ojos limpios y la piel de rosa.

Ahora que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera.

Ahora que en mis labios repica la risa
como una campana sacudida aprisa.

Después..., ¡ah, yo sé
que ya nada de eso más tarde tendré!

Que entonces inútil será tu deseo,
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.

Hoy, y no mañana. ¡ Oh amante! ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?

                                      Juana de Ibarbourou.

                                       Poema del libro “Lenguas de diamante”

ANÁLISIS DE “LA HORA” DE JUANA DE IBARBOUROU

Tema y Título:

El tema del poema es el tópico tan conocido como “Carpe diem”, que significa “Aprovecha el día”. Este tema viene desde la época de la antigüedad, del poeta Horacio. Es por esta razón que el poema está marcado por las anáforas: “ahora”, “hoy”. Son palabras que se repiten y reafirman la idea de no dejar pasar el momento cuando éste es propicio, cuando aún hay tiempo de disfrutarlo, de gozarlo con todos los sentidos, con todo el ser; porque el tiempo pasa, y destruye lo bello del presente, y el único fin posible es la muerte, terminante, real, e inapelable. El presente es de lo único que uno puede hacerse, ya que el pasado no puede cambiarse, y el futuro es incierto. Pero el “Carpe diem” no significa el suicidio, ni el descontrol que lleva a la muerte lenta, que hoy en día podemos vivir, sino el disfrute, el placer de aprovechar ese momento, de vivir plenamente, de tomar lo que el presente me da.

Por todo esto es que el poema se llama “La hora”, porque la hora es ahora. Porque ha llegado el momento y la amante se lo muestra al tú lírico, en forma de ruego, casi como una orden, pero la desesperación de quien sabe cual es su fin, el único que tenemos todos los humanos, la muerte y la vejez. ¿Qué importa, después, lo que quería, sino tuve el valor de tomarlo en el momento más pleno?

La conciencia del tiempo que corre angustia al yo lírico, que vive en una sociedad que desprecia o juzga el placer, o la belleza del momento íntimo. Una época que no le permite disfrutar sin culpa, de esa sociedad el yo lírico prefiere pasar, rebelarse, y atreverse a decirle a su amante que es tiempo de disfrutar, animarlo a hacerlo, algo subversivo, más aún si viene de una mujer.

Estructura externa

Lo interesante de esta estructura es que está formada en dísticos (estrofas de dos versos). Esta forma, relacionada con las incesantes anáforas le dan al poema un ritmo ágil, vertiginoso que se relaciona con la desesperación y la angustia para que el tú lírico comprenda la importancia del pedido.
Los versos son difíciles de contar, pero podemos ver que tiene una rima consonante, y las estrofas son diez. Pero el poema se divide en dos partes, y esto se relaciona con la estructura interna.

Estructura interna

Las primeras cinco estrofas están marcadas por las anáforas “tómame” y “ahora”, resaltando las cualidades de juventud y belleza que el yo posee en este momento.

Las otras cinco refieren a la muerte, al futuro, a lo que sucederá si se desperdicia esa “primavera” de la vida. Y comienza con un verso con una métrica menor (cinco sílabas) y un “después”. Para terminar reafirmando la importancia del presente.

Primera parte

El yo lírico utiliza permanentemente, además de la anáfora, el paralelismo (igual estructura gramatical) “Tómame ahora que aún…”, “Ahora que tengo…”, “ahora que calza…”, “ahora que en mis labios…”. El paralelismo va intensificando la pasión del decir, del imaginar, siempre unido a la angustia de saber que eso que está ahora, no será después.

Tómame ahora que aún es temprano
y que llevo dalias nuevas en la mano.

El verbo con el que empieza el poema está presentado en un modo imperativo, y el presente, porque es urgente y necesario que el tú lírico comprenda que debe tomarla. No importa lo que otros digan, no importa para ella guardar su “honradez” si esta termina envejeciendo o muriendo sin haber descubierto el goce de vivir. Por eso “aún es temprano”, aún es el momento, aún se puede, aunque el mundo no lo considere decente, no importa, es algo físico, personal, es el momento de ella, biológico y no social.

Luego el yo lírico se va describiendo a sí misma a través de metáforas relacionadas con la naturaleza. Ella es naturalmente joven y bella; ¿qué tiene que ver eso con las normas sociales? Es natural ser bella y es natural ser joven, por lo tanto es natural disfrutar de esos dones. Por eso ella utiliza la metáfora “dalias nuevas en la mano”. Sus manos, símbolo de entrega, de lo que tiene para dar al otro está llena de nuevas flores, de nuevos perfumes, de nuevas sensaciones táctiles, suaves y dispuestas para él. Todo su ser está renovado porque es joven, y ya ha pasado su estado de niñez, ahora está física y naturalmente preparada para conocer ese mundo que se le brinda.

Tómame ahora que aún es sombría
esta taciturna cabellera mía.

El segundo dístico habla de su cabellera, que “es sombría” por lo tanto es negra, no tiene en ella indicio de canas, símbolo de la vejez, por lo tanto es nueva, es hermosa. La palabra “taciturna” abre dos posibles interpretaciones, ya que taciturno significa triste, melancólico o apesadumbrado. De esta manera podemos pensar que el yo lírico siente su cabellera taciturna porque nadie disfruta con su tacto, así la cabellera parece tener la condición del mismo yo, como si su tristeza por no disfrutar el ahora haya pasado a su cabello. Pero también si pensamos en la melancolía o la pesadumbre, pensamos en algo que se prolonga en el tiempo, y por lo tanto es largo, lo que podría sugerir que su cabellera es larga y más bella aún, por su condición de oscuridad y vitalidad.

Ahora, que tengo la carne olorosa,
y los ojos limpios y la piel de rosa.

En el tercer dístico cambia la imagen, que deja de ser puramente visual para ser ahora también olfativa “carne olorosa”, “piel de rosa”. Su carne, dicho de forma básica, está recubierto de un olor agradable, nuevo, renovador. No pesan en ella los años, ni las angustias y decepciones de la vejez, por eso sus ojos son “limpios”. Los ojos, ventanas del alma, muestran ese interior inocente aún, que no conoce las tristezas de la vida. Es por eso que este es el mejor momento, está nueva para empezar a vivir. Lo mismo sugiere la metáfora “piel de rosa”, con el agregado del tacto, una piel así es suave y agradable, delicada y plena.

Ahora que calza mi planta ligera
la sandalia viva de la primavera

El siguiente dístico pasa a mencionar los pies. La descripción que el yo hace de sí misma tiene un orden caótico: las manos, la cabellera, la carne, los ojos, la piel, los pies y luego los labios. Como si ella fuera recordando, de forma emocional sus atributos. Así como recuerda en desorden, también cambia la anáfora, ya no es “tómame”, sino “ahora”, ya, no es bueno seguir esperando porque sólo provocará más desesperación ver lo que se empieza a perder. Sus pasos son ligeros, camina casi como bailando, no le pesa el andar, por eso la metáfora “mi planta ligera/ la sandalia viva de la primavera”. Sus pies están cargados de vida, la vida que le da la juventud de la primavera, la estación del amor, la estación del nuevo nacimiento. Ahora ella puede seguirlo, correr, vivir, bailar, todas expresiones de una vida plena de felicidad.

Ahora que en mis labios repica la risa
como una campana sacudida a prisa.

El último dístico de esta parte recurre a una nueva imagen sensorial, ya usó la visual “la taciturna cabellera”, “los ojos limpios”, entre otras; la táctil “la piel de rosa”, como un ejemplo; la olfativa “carne olorosa”, y ahora utilizará la auditiva “en mis labios repica la risa/ como una campana sacudida a prisa”. La vida se capta con todos los sentidos, se aprehende con ellos, se disfruta pleno si ningún sentido queda afuera. Así quiere el yo lírico ser tomada por el tú lírico, con todo su ser. Primero utiliza la metáfora “repica la risa”, su entusiasmo, su alegría es sincera, estruendosa, espontánea y explosiva y la comparación con la campana reafirma esta idea: es “sacudida a prisa”, no hay prejuicios en su alegría, no hay represión, es naturalmente desinhibida y fresca.

Segunda parte

Después...¡oh, yo sé
que nada de eso más tarde tendré!

Aquí comienza la segunda parte del poema en la que el yo deja ver su angustia por el tiempo que pasa, y el amante no termina de decidirse, tal vez movido más por el “decoro” y las “buenas costumbres”. Tomar a una mujer sin casarse en ese tiempo está mal visto. Pero ella trata de mostrar que nada tiene que ver las presiones sociales, con lo que naturalmente ella está experimentando en su ser biológico. Por eso el “después” seguido de los puntos suspensivos, el futuro es incierto, y el tiempo corre, lo que se traduce en la angustia marcada por los signos de exclamación y la imprecación “¡oh, yo sé/ que nada de eso más tarde tendré!”. El encabalgamiento (cuando un verso continúa en el siguiente) marca la certeza “yo sé”, es inevitable, es indiscutible, la vejez vendrá para todos, aunque intentemos luchar contra ella: “nada de esto más tarde tendré”, cómo no disfrutarlo ahora, si es seguro que no va existir más esa juventud, esa alegría, esa belleza de la que hoy reboza.

Que entonces inútil será tu deseo
como ofrenda puesta sobre un mausoleo.

Se apela directamente al tú lírico: “inútil será tu deseo”, de que sirve haber deseado algo tanto, si cuando estaba en el mejor momento no se aprovechó. Una vez más, la comparación del deseo ahora se relaciona directamente con la muerte, “ofrenda puesta sobre un mausoleo”. La ofrenda, las flores que se llevan a los muertos, y que también están muertas por ser arrancadas, no sirven de nada a la hora de la muerte, ¿es que el muerto las disfruta? La hora de disfrutar es cuando se está vivo. Después es sólo el llanto que no cambia nada, y que no satisfizo ningún deseo.

¡Tómame ahora que aún es temprano
y que tengo rica de nardos la mano!

Este dístico retoma el casi de forma forma idéntica el primer dístico del poema, con la única diferencia que ahora las flores están definidas: “nardos”. Esta elección no es inocente. Los nardos son flores que abren de noche y tienen un olor penetrante, lo que simbolizan la unión sexual que ella le está invitando a vivir al tú lírico.

Hoy, y no más tarde. Antes que anochezca
y se vuelva mustia la corola fresca.

La antítesis “hoy, y no más tarde” es terminante, el tiempo corre, y no se puede esperar al futuro, la hora es ahora, y la metáfora “anochezca” refiere a la cercanía de vejez. Si la noche es símbolo de la muerte, el anochecer del hombre no es otra cosa que su vejez. Lo mismo sucede con la metáfora “se vuelva mustia la corola fresca”, siendo que la corola es lo que sostiene a la flor, y ponerse mustia implica arrugarse, tal como le pasa a los seres humanos. Ahora está “fresca” pero más tarde estará “mustia”, esto es un proceso natural, es también una antítesis natural.

Hoy, y no mañana. Oh amante, ¿no ves
que la enredadera crecerá ciprés?

Utiliza el paralelismo: “hoy, y no más tarde”, “hoy, y no mañana”, porque la pasión y la desesperación van creciendo en intensidad, necesita convencer al amante que salte por encima de todas las convenciones sociales.

Termina con una pregunta retórica, es decir una pregunta que encierra dentro de sí mismo la respuesta. Las dos plantas que se mencionan tienen también una relación antitética, la enredadera refiere a la vida, plena, que abraza cualquier cosa que esté en su centro y que crece frenéticamente hacia el sol, hacia las alturas; sin embargo el ciprés es la planta que los griegos usaban para honrar a sus muertos. Así que la pregunta es clara: lo que hoy es enredadera, mañana será ciprés, planta muerta.

Trabajo realizado por la Prof. Paola De Nigris


Actividad con el poema La hora de Juana de Ibarbourou y Noche desierta de Idea Vilariño.
Primera parte:
  1. Realiza la  ficha de autor de Juana de Ibarbourou. 
  2. Realiza su vocabulario: sombría, taciturna/o, cabellera, repicar, mausoleo, nardos, mustia, corola, enredadera, ciprés.
  3. Determina en el poema: cantidad de estrofas, tipo de estrofa, métrica (ponte a escandir versos!) rima (su tipo si la tiene) y esquema rítmico.
  4. Realiza su estructura temática: describe los momentos que identificas en el poema y utiliza citas de texto para justificar.
  5. ¿Qué temas están presentes en el poema? (recuerda que por tema entendemos la/s idea/s principales que se desprenden de la lectura, de nuestras impresiones)
  6. Investiga qué significa carpe diem y precisa si es aplicable o no al poema y por qué.
  7. a) Piensa por qué el “yo” lírico es femenino. Justifica con el texto.
b) ¿A quién se dirige el “yo” lírico? ¿Qué connotaciones tiene ese vínculo?
  1. Realiza el estudio del título (clasificación, connotaciones, su relación con el poema en sí).
  2. Identifica como mínimo una comparación y una metáfora y comenta sus connotaciones en relación al “yo” lírico

Segunda parte:
  1. Realiza la  ficha de autor de Idea Vilariño.
  2. Busca en el diccionario las definiciones de los siguientes términos: desierta, vacío, espantable, fugaz.
  3. ¿Qué diferencias formales (de composición) presenta este poema con respecto al poema La hora?
  4. a) Identifica la voz lírica y utiliza citas de texto para justificar. b) ¿De quién y para quién habla? ¿Qué tema o temas están presenten en su discurso? ¿En qué aspectos son diferentes a los temas del poema anterior?
  5. Realiza el estudio del título teniendo presente las connotaciones de los términos “noche” y “desierta”.
  6. ¿Qué conclusiones obtuviste de ambos textos?

martes, 21 de octubre de 2014

4° Gioconda Belli



    Nacida el nueve de diciembre en Managua, Nicaragua. Su obra incluye poesía, novela, una memoria y un cuento para niños. Su obra literaria se ha traducido a más de 14 idiomas.
Su primer libro Sobre la Grama (1972) ganó el premio de poesía de la Universidad Nacional de Nicaragua. En 1978 obtuvo el Premio Casa de las Américas (Cuba) por su libro Línea de Fuego. Entre 1982 y 1987 publicó tres libros de poesía: Truenos y Arco Iris, Amor Insurrecto y De la costilla de Eva.
     Su obra poética incluye también: Apogeo (1998); Mi íntima multitud, ganador del Premio Internacional de Poesía Generación del 27(2002); Fuego soy apartado y espada puesta lejos, ganador del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla (2006) y la antología Escándalo de Miel de 2010. En el 2012 publicó el poemario En la avanzada juventud y en el 2013 la Antología Florilèges editado en español y francés.
      En 1988 publicó su primera novela La Mujer Habitada que obtuvo el Premio de la Fundación de Libreros, Bibliotecarios y Editores Alemanes y el Premio Anna Seghers de la Academia de Artes de Alemania. Posteriormente publicó la novela Sofía de los Presagios (1990), el libro infantil El Taller de las Mariposas (1992), las novela Waslala (1996), sus memorias bajo el título El País bajo mi piel (2001, nominado como uno de los mejores libros del año por Los Ángeles Times).
      En el 2005 publicó su novela El Pergamino de la Seducción y en el 2008 la novela El Infinito en la Palma de la Mano que ganó en España el Premio Biblioteca Breve y en México el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. En el 2010 su novela El País de las Mujeres recibió el Premio Hispanoamericano La Otra Orilla.
     Ha recibido diversos reconocimientos por su prolífera obra literaria destacándose la condecoración en el grado de Caballero, de la Orden de las Artes y Letras del pueblo de Francia otorgado en 2013. En mayo 2014 fue reconocida con el Premio al Mérito Literario Internacional Andrés Sabella, en Chile, durante la celebración de la Feria Internacional del Libro de Antofagasta.
     Es miembro del PEN Club Internacional y presidenta del PEN Capítulo Nicaragua. Además es miembro correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua.
Escribe para diversos periódicos nacionales e internacionales y tiene un blog en el diario The Guardian de Londres.
    Es madre de tres hijas y un hijo, y reside en Managua.






FOGONAZOS
(Lectura con sonido de sirenas de bomberos)

Se me incendia el pecho
Se me incendiiiiiia
el estómago sigue
el esternón en llamas
toda la piel del torso
está que arde
y yo aquí me abanico, me seco, me remuevo
incapaz de extinguir
la furia de este fuego.
Fogonazos de luz.
La juventud se despide con juegos pirotécnicos,
mis entrañas consumen en su hoguera
las fotos de pasados amantes.
Hormonas vengativas
arman su rebelión contra el sosiego
e inventan trópicos o desiertos quemantes
en la tibia, desprevenida carne.
Una angustia innombrable y absurda
se acumula en mi pecho
hurga mi corazón como un barreno.
No sé por qué siento este deseo de
esconderme
de no dejarme ver
de refugiarme en sábanas templadas.
¿Qué pasará conmigo cuando termine la hoguera
de calcinar carbones rojos,
fuegos fatuos
en mis pezones encendidos?
Aquí estaré sin duda
Le sacaré la lengua a la vejez
Inventaré hormonas con la viva memoria
de tantas revolcadas.
¿Para qué la imaginación
si no para desafiar
las ínfulas del Tiempo
 machista
y engreído?

Gioconda Belli


FRAGMENTO DE “El Intenso Calor de la Luna”
Al borde de cambios en su cuerpo que le hacen temer que su vida de mujer guapa y seductora está llegando a su fin, un accidente hace que Emma se tope con una situación que le hará descubrir que el placer y la realización personal pueden llegar cuando menos se esperan.

CAPITULO  1

De un momento a otro puede cambiarle a uno la vida. Es algo sabido  que preferimos ignorar. Suficiente lidiar con las incertidumbres cotidianas. Si encima nos mortificáramos con la idea de cuánto puede suceder de forma inusitada, viviríamos titubeando. Sin embargo algo de embriaguez tiene la noción de que todo lo que nos parece seguro y sólido puede desaparecer en un instante. Se vive a ras de esa percepción leve que aletea como pequeño insecto en la conciencia. Uno prefiere la engañosa certidumbre con que la vida dispensa mañanas y noches iguales; prefiere creer que la existencia es un manso y predecible río. Cuando oímos las historias de súbitos sobresaltos nos anclamos en la fe de que a nosotros no nos sucederá lo mismo, pero ¿quiénes somos para estar seguros?
     Tomemos el caso de Emma. Va conduciendo su coche. Lleva gafas oscuras grandes, de moda. Luce absorta en la carretera. Las manos que aferran el volante son finas y cuidadas. En la izquierda lleva anillo de matrimonio haciendo juego con el de diamante de compromiso. Su mirada fija nos engaña. Parece mirar el camino, pero va mirándose por dentro. Desde hace cuatro días espera que le baje la regla, y ésta no llega. Emma es una mujer exacta. Su regla suele llegar puntual a los treinta días del mes. Porque conoce perfectamente las costumbres de su cuerpo, en la fecha precisa ella se inserta en las bragas una toalla sanitaria después de bañarse. Hacia las doce o la una, sin fallar, siente la humedad y sonríe para sus adentros. La exactitud de su ciclo y su manera de adivinarlo, le complacen enormemente.  Contraria a muchas de sus amigas que soportan estoicas esos días, sufriendo a menudo de dolores y malestares de espalda, Emma experimenta un sentimiento de ligereza y alivio que la pone de buen humor. Ella jamás, ni siquiera en su adolescencia, ha sufrido de los signos que a otras afligen.  El presagio de su ciclo no le produce granitos en la cara, hinchazón en los pies o irritabilidad.  Lo que ella siente en los días precedentes al acontecimiento, es una sensación de energía acumulada, una intensa subida de voltaje. Cuando toca la ropa de nylon, a pesar de vivir en el trópico, se electriza igual que sucede en los inviernos de los países fríos. No se explica el fenómeno de que su cuerpo produzca electricidad estática, pero que le pasa, le pasa. Se ríe de que a su marido se le alcen los vellos del brazo al acercarse y siempre le advierte que mejor se mantenga alejado para evitar terminar como pararrayos celeste.           Después de varios días de sacudidas eléctricas al abrir el refrigerador o la puerta de su coche y de verse obligada a usar gel en el pelo para bajarse el friz, el rumor de alambre de alta tensión empieza a zumbarle en los oídos afectando su concentración. Es mucha la electricidad que Emma carga y cuando la puntual humedad por fin hace su aparición antes o después de almuerzo de la fecha señalada, ella cumple el ritual de encerrarse en el baño, cerciorarse del hecho y dejar que la embargue la deliciosa distensión que experimenta cuando músculo por músculo su cuerpo, como si al fin hiciese polo a tierra, se descarga de su magnética energía.
     Los últimos cuatro días de esperar sin resultado que su cuerpo haga lo suyo la han alterado sobremanera. Recién cumplió cuarenta y ocho pero la madurez no ha hecho más que acentuar su aire juvenil de mujer hermosa a quien no arredran las pocas libritas de más que bien disimula destacando sus mejores atributos: el cuello largo, los brazos bien torneados, el escote que revela los pechos tersos. El rostro es dulce, ovalado con ojos más bien pequeños de largas pestañas, nariz mediana y una boca larga, sensual con un arco de cupido atrevidamente delineado con lápiz rosa oscuro. El cabello es abundante, liso, y le cae un poco por debajo de la oreja. El gusto que exuda por estar en el mundo le hace emanar una fuerza sensual, muy femenina. La idea de la vejez la espanta, pero su espanto está dirigido a la vejez lejana de los ancianos arterioescleróticos, olvidadizos, temblorosos, dependientes y ajados. Nunca antes ha pensado en cómo empieza aquello, en cómo se llega de la juventud a ese estado de ruina. Se ha sentido capaz de controlar alguno que otro dolor o rigidez en la espalda, pero esta vez no encuentra remedio.          Este asunto de su regla es diferente. Conoce teóricamente que existe algo llamado menopausia, pero no quiere pensar que sea eso.  Sin embargo, su mente –ese camino por el que viaja su imaginación, mientras circula por el barrio quieto en su coche- la lleva por una senda oscura llena de señales de alerta, de grandes rótulos iluminados encendiéndose intermitentes que anuncian MENOPAUSIA, el fin de su feminidad.
      Ernesto Arrola tampoco mira por donde va. Ha salido a buscar a un colega carpintero para pedirle prestada la cola para madera que requiere para terminar un par de sillas que fabrica por encargo. Está corto de dinero y él y el amigo se ayudan en situaciones similares. Encuentra el taller del otro cerrado y va de regreso pensando en la clienta que llegará mañana. Imagina lo que le dirá cuando, a pesar de lo prometido, él no pueda cumplir a tiempo. No lo intimidan sus clientes, en general, pero esta doña en particular es especialmente altanera y sabe cómo hacerlo sentir pequeño, incapaz. Le recuerda a su madre. Le saca el niño malcriado que lleva dentro. Tendrá que soportar su diatriba y se pregunta si podrá hacerlo sin que la propia arrogancia lo lleve a pedirle que jamás vuelva a poner pie en su taller, lo cual sería una lástima pues es una buena clienta a pesar de todo y él la necesita, necesita que ella le pague las sillas. Fibroso, delgado, alto, lleva dos o tres días de barba sobre una cara precisa de escultura clásica; los rasgos estilizados, la nariz larga y recta, los pómulos altos y la piel  como azúcar quemada.                  Confiado de sí, cómodo en su cuerpo, transmite en su andar una cierta desfachatez, un aire despreocupado. No sonríe pero se adivina que lo hace con facilidad por el trasfondo de ironía con que miran sus ojos. Del pelo oscuro abundante le cae un mechón sobre la frente.  Sólo las manos inquietas, los brazos tensos revelan un carácter acostumbrado a enfrentar con determinación cualquier cosa que le sirva la vida. Recién nota que dejó el taller sin cambiarse los zapatos y que calza las sandalias de cuero viejo que un cliente italiano dejó olvidadas dentro de un baúl antiguo que llevó a reparar pero que nunca recogió. Ernesto no posee mucho pero es pulcro. No le gusta salir desarrapado. En fin, se consuela, es poca la gente que se fija en los pies de los demás, pocos son los que tienen miradas entrenadas como la suya. Los pies de la gente lo llaman como magnetos, los de las mujeres sobre todo. No podría vivir con una mujer de pies feos, por muy linda que fuera. En cambio, los pies lindos lo excitan. Más de un domingo va al muelle del lago a ver pasar los pies de las paseantes. Le basta que pase un par hermoso para tener sus fantasías eróticas cubiertas para la semana. En su barrio sólo hay una mujer de pies bonitos. Se pregunta si estará de turno en la farmacia. Piensa que pasará a verla antes de regresar a su casa. Se encamina hacia el semáforo para cruzar la calle, pero decide que no vale la pena, más rápido cruzar allí mismo.
     Margarita de los pies bonitos está atendiendo a un cliente cuando mira a Ernesto al otro lado de la acera. Encuentra sus ojos. Él le sonríe y enrumba hacia ella.
    (-Yo vi el accidente –declarará ella después al policía- El venía para la farmacia. Me saludó y cruzó, pero apenas había puesto el pie en la calle cuando la camioneta lo levantó por los aires, lo atropelló y Ernesto salió volando sobre el capó y fue a dar detrás del coche, al pavimento (aquí la muchacha empezará a llorar)
      A Emma le gusta conducir a buen paso cuando no a alta velocidad. Toma impulso para subir la cuesta y baja por la pendiente acelerada. El hombre surge frente a ella como saltan los payasos de la cajas de juguete. No tiene tiempo de reaccionar. Lo embiste mientras atina a empujar el freno hasta el fondo. La sensación de golpear huesos y piel, la instantánea de piernas y chancletas sobre el vidrio delantero, el grito despavorido de la chica de la farmacia, el impacto sordo del cuerpo cayendo detrás del vehículo, se encadenan como anillos de boa constrictor atenazándola toda. Se detiene bruscamente. Las manos rígidas sobre el timón no le responden, no quieren soltar la rueda. De golpe  el atardecer que apenas empieza a suavizar las líneas ásperas de aquel barrio de casas modestas, zapaterías, vulcanizadoras, tiendas de abarrotes, aceras irregulares, sale de su impávida melancolía; se llena de rostros, de gritos, de gente corriendo. Emma intenta controlar los espasmos de sus piernas que empiezan a temblar. No atina a abrir la puerta. No cree que podrá caminar.
     Un hombre se asoma al vidrio de la ventana. La llama “señora, señora” con una voz de día del juicio, instándola a responder por sus pecados. Lo mira y él sin duda nota la confusión, la parálisis de ella y hace intento de abrir la puerta. Emma al fin logra tocar el botón del seguro y sale apoyada en él, resbalándose hacia el suelo hasta tocar con los tacones el pavimento. Un grupo de gente la rodea, los demás están todos alrededor del hombre que yace más allá, ella no sabe si muerto o vivo. No quiere ni preguntar. Siente la onda de condena de los curiosos condensarse sobre su traje de lino verde claro, el saco holgado. La miran surgir indemne del vehículo. Perfecta, sin un rasguño. Ella vacila. Lleva zapatos de tacón de cinco pulgadas. Se siente como una gigante. No se le ocurre nada más que descalzarse con un gesto penitente. Tira los zapatos dentro del carro y avanza un poco tambaleante hacia su víctima. Mientras camina va poco a poco recuperando sus facultades. Se pregunta si alguien llamaría una ambulancia. Mete la mano en su bolso, tantea dentro buscando el celular. La ambulancia, dice, ¿llamaron a la ambulancia? Todavía no, dice alguien. Ella marca el número. La operadora pregunta la dirección. Ella le pasa el teléfono al hombre que la lleva del brazo. Dele la dirección por favor. Y ahora ya está en el círculo que se abre para que ella vea al hombre que gime y sangra de la cabeza, que está descalzo; un hombre joven, le calcula treinta o treinta y cinco años.. No está muerto, pero el brazo derecho está torcido en un ángulo imposible, totalmente dislocado. Emma se pone la mano sobre la boca. Ay Dios, exclama.



lunes, 13 de octubre de 2014

ACTIVIDAD PARA SALIDA DIDÁCTICA 3° AÑO

UN POEMA VISUAL.

En vista de la salida didáctica a realizarse los días 14 y 16 de octubre,  se
instrumenta esta actividad donde los estudiantes,  en grupos determinados por el
docente,  deberán crear un poema y presentar un análisis escrito  del mismo
en una carpeta.  La composición se creará a partir de:

1)       la foto de una construcción edilicia o,
2)       la foto de  un espacio verde o,
3)       la foto de un rostro femenino o,
4)       la foto de un rostro masculino.


En sí, la propuesta consiste en seleccionar, en base al material fotográfico recabado en el paseo, un objeto lírico para el poema, recordando que éste término hace referencia a la circunstancia o ser que provoca un estado anímico determinado en el poeta.
 También se deberá elegir una emoción o estado de ánimo determinada del poeta que dé origen a la composición poética.
En tercer lugar, no podrá faltar el motivo lírico, es decir, el concepto o a la idea presente en una determinada composición poética. Esta idea o concepto representa lo más importante del mensaje,  siendo por lo general un sustantivo abstracto, como la tristeza, el amor, la soledad, la nostalgia, la alegría. En otras palabras, se refiere al sentimiento que surge del estado anímico y de la circunstancia. El último elemento a tener en cuenta por el estudiante será el ser ficticio creado para transmitir  al lector su realidad, impresiones, sentimientos y emociones, llamado hablante lírico.
Luego, solo queda la tarea de escribir, borrar, suprimir y volver a escribir.  Los  estudiantes pueden y deben consultar el diccionario de sinónimos para ampliar vocabulario, así como incluir alguno de los recursos literarios propios del género y estudiados en clase.   El texto deberá entregarse por escrito para su corrección antes del día 31 de octubre de 2014 (aunque cada grupo tiene una fecha específica).
La  imagen seleccionada aparecerá como portada del texto creado con el título otorgado al poema y el nombre de los integrantes del grupo. 
El análisis deberá contar con cada uno de los aspectos estudiados:  la escansión de los versos, señalado la rima y definido los recursos literarios que ha utilizado con su correspondiente fundamentación.

Para practicar la métrica y los recursos estudiados, habrá que seguir las siguientes reglas al momento de la composición:

a)                   Los versos deben ser todos de 8 sílabas.
b)                  Se estipularán como mínimo  cuatro estrofas
c)                   Se deberá incluir - al menos uno por estrofa-,  una comparación, una metáfora,  una hipérbole y una anáfora.

El docente determinará un calendario de fechas para las presentaciones que no deberán exceder los 10 minutos.
Una tercera etapa, establece que el texto creado se deberá transcribir utilizando un programa  de internet conocido como  Imagechef,  pensado para crear poesía visual.  Esta es  una forma experimental donde la imagen en sí misma forma parte del poema. Es una poesía no verbal que se mueve entre la literatura, el diseño o el arte.
¿Cómo se usa el programa Imagechef?   Se hace en 5 sencillos pasos.  Primero, se accede a la página web de la aplicación. Aunque se pueden utilizar las herramientas básicas de Imagechef sin registro, el grupo deberá registrarse para poder guardar sus imágenes o enviarlas por correo electrónico. Para ello, clica en el botón ‘Unirse Imagechef’ en la barra del menú y rellena el formulario de acceso (se requiere tener 13 años o más).  Para la elaboración de poemas visuales nos interesa la opción ‘Mosaico de letras’. Desde aquí, introduciendo el texto y seleccionando una silueta disponible; podremos cambiar el color, añadir símbolos al texto, variar el tamaño… pudiendo enviar el trabajo por correo electrónico o publicarlo en algunas redes sociales (Facebook y Twitter).




GRUPOS DE TRABAJO

3°  A
3°  B
3°  C
1
Argón   
Dubrehil
Guillén, Facundo
Rodríguez, G. 
Alvarez  
Benítez
García  
Cuenca  

Acosta, A.  
Giuliano  
Olivera  
Quintana   
Minigutti

2

Barreiro
Musetti   
Santoro  
Reolón


Fontona
Bianchimano    
Tubino    
Nauar


Acosta, B.  
Agarbado  
Solís  
Gallulo
3

Bentancor    
Clavero      
Rodríguez, L.          
Medina


Borsani   
Campos        
Gómez
Silva, F.


Bálsamo  
Barboza  
Waltes   
Carrasco

4

Delfino   
López 
Moreira
Etchegoinberry

Castaño  
Vallejo  
Giacoya
Montero    
Silva, J. 


Borchio  
Cáceres  
Castillo  
Ocaño
5

Cabezas    
Duarte       
Ruiz   
Tomás

Porley
Ciavaglia  
Tomás
Michelini 
Mendez 


Cáceres  
Charamello 
Ferreira 
Perazza
6

González
Duffau
Helguera          
Rodríguez, E

Fajardo
Fernandez
Machín
Baraibar  (cambio de último momento a 
petición especial del alumno)


De Luca  
Eastman  
Passadore  
Portal
7

Guillén, Fátima     
Maya 
Rocha


Saldaña 
Heinzen  
Pereira 
Sanabia