martes, 21 de octubre de 2014

4° Gioconda Belli



    Nacida el nueve de diciembre en Managua, Nicaragua. Su obra incluye poesía, novela, una memoria y un cuento para niños. Su obra literaria se ha traducido a más de 14 idiomas.
Su primer libro Sobre la Grama (1972) ganó el premio de poesía de la Universidad Nacional de Nicaragua. En 1978 obtuvo el Premio Casa de las Américas (Cuba) por su libro Línea de Fuego. Entre 1982 y 1987 publicó tres libros de poesía: Truenos y Arco Iris, Amor Insurrecto y De la costilla de Eva.
     Su obra poética incluye también: Apogeo (1998); Mi íntima multitud, ganador del Premio Internacional de Poesía Generación del 27(2002); Fuego soy apartado y espada puesta lejos, ganador del Premio Internacional de Poesía Ciudad de Melilla (2006) y la antología Escándalo de Miel de 2010. En el 2012 publicó el poemario En la avanzada juventud y en el 2013 la Antología Florilèges editado en español y francés.
      En 1988 publicó su primera novela La Mujer Habitada que obtuvo el Premio de la Fundación de Libreros, Bibliotecarios y Editores Alemanes y el Premio Anna Seghers de la Academia de Artes de Alemania. Posteriormente publicó la novela Sofía de los Presagios (1990), el libro infantil El Taller de las Mariposas (1992), las novela Waslala (1996), sus memorias bajo el título El País bajo mi piel (2001, nominado como uno de los mejores libros del año por Los Ángeles Times).
      En el 2005 publicó su novela El Pergamino de la Seducción y en el 2008 la novela El Infinito en la Palma de la Mano que ganó en España el Premio Biblioteca Breve y en México el Premio Sor Juana Inés de la Cruz. En el 2010 su novela El País de las Mujeres recibió el Premio Hispanoamericano La Otra Orilla.
     Ha recibido diversos reconocimientos por su prolífera obra literaria destacándose la condecoración en el grado de Caballero, de la Orden de las Artes y Letras del pueblo de Francia otorgado en 2013. En mayo 2014 fue reconocida con el Premio al Mérito Literario Internacional Andrés Sabella, en Chile, durante la celebración de la Feria Internacional del Libro de Antofagasta.
     Es miembro del PEN Club Internacional y presidenta del PEN Capítulo Nicaragua. Además es miembro correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua.
Escribe para diversos periódicos nacionales e internacionales y tiene un blog en el diario The Guardian de Londres.
    Es madre de tres hijas y un hijo, y reside en Managua.






FOGONAZOS
(Lectura con sonido de sirenas de bomberos)

Se me incendia el pecho
Se me incendiiiiiia
el estómago sigue
el esternón en llamas
toda la piel del torso
está que arde
y yo aquí me abanico, me seco, me remuevo
incapaz de extinguir
la furia de este fuego.
Fogonazos de luz.
La juventud se despide con juegos pirotécnicos,
mis entrañas consumen en su hoguera
las fotos de pasados amantes.
Hormonas vengativas
arman su rebelión contra el sosiego
e inventan trópicos o desiertos quemantes
en la tibia, desprevenida carne.
Una angustia innombrable y absurda
se acumula en mi pecho
hurga mi corazón como un barreno.
No sé por qué siento este deseo de
esconderme
de no dejarme ver
de refugiarme en sábanas templadas.
¿Qué pasará conmigo cuando termine la hoguera
de calcinar carbones rojos,
fuegos fatuos
en mis pezones encendidos?
Aquí estaré sin duda
Le sacaré la lengua a la vejez
Inventaré hormonas con la viva memoria
de tantas revolcadas.
¿Para qué la imaginación
si no para desafiar
las ínfulas del Tiempo
 machista
y engreído?

Gioconda Belli


FRAGMENTO DE “El Intenso Calor de la Luna”
Al borde de cambios en su cuerpo que le hacen temer que su vida de mujer guapa y seductora está llegando a su fin, un accidente hace que Emma se tope con una situación que le hará descubrir que el placer y la realización personal pueden llegar cuando menos se esperan.

CAPITULO  1

De un momento a otro puede cambiarle a uno la vida. Es algo sabido  que preferimos ignorar. Suficiente lidiar con las incertidumbres cotidianas. Si encima nos mortificáramos con la idea de cuánto puede suceder de forma inusitada, viviríamos titubeando. Sin embargo algo de embriaguez tiene la noción de que todo lo que nos parece seguro y sólido puede desaparecer en un instante. Se vive a ras de esa percepción leve que aletea como pequeño insecto en la conciencia. Uno prefiere la engañosa certidumbre con que la vida dispensa mañanas y noches iguales; prefiere creer que la existencia es un manso y predecible río. Cuando oímos las historias de súbitos sobresaltos nos anclamos en la fe de que a nosotros no nos sucederá lo mismo, pero ¿quiénes somos para estar seguros?
     Tomemos el caso de Emma. Va conduciendo su coche. Lleva gafas oscuras grandes, de moda. Luce absorta en la carretera. Las manos que aferran el volante son finas y cuidadas. En la izquierda lleva anillo de matrimonio haciendo juego con el de diamante de compromiso. Su mirada fija nos engaña. Parece mirar el camino, pero va mirándose por dentro. Desde hace cuatro días espera que le baje la regla, y ésta no llega. Emma es una mujer exacta. Su regla suele llegar puntual a los treinta días del mes. Porque conoce perfectamente las costumbres de su cuerpo, en la fecha precisa ella se inserta en las bragas una toalla sanitaria después de bañarse. Hacia las doce o la una, sin fallar, siente la humedad y sonríe para sus adentros. La exactitud de su ciclo y su manera de adivinarlo, le complacen enormemente.  Contraria a muchas de sus amigas que soportan estoicas esos días, sufriendo a menudo de dolores y malestares de espalda, Emma experimenta un sentimiento de ligereza y alivio que la pone de buen humor. Ella jamás, ni siquiera en su adolescencia, ha sufrido de los signos que a otras afligen.  El presagio de su ciclo no le produce granitos en la cara, hinchazón en los pies o irritabilidad.  Lo que ella siente en los días precedentes al acontecimiento, es una sensación de energía acumulada, una intensa subida de voltaje. Cuando toca la ropa de nylon, a pesar de vivir en el trópico, se electriza igual que sucede en los inviernos de los países fríos. No se explica el fenómeno de que su cuerpo produzca electricidad estática, pero que le pasa, le pasa. Se ríe de que a su marido se le alcen los vellos del brazo al acercarse y siempre le advierte que mejor se mantenga alejado para evitar terminar como pararrayos celeste.           Después de varios días de sacudidas eléctricas al abrir el refrigerador o la puerta de su coche y de verse obligada a usar gel en el pelo para bajarse el friz, el rumor de alambre de alta tensión empieza a zumbarle en los oídos afectando su concentración. Es mucha la electricidad que Emma carga y cuando la puntual humedad por fin hace su aparición antes o después de almuerzo de la fecha señalada, ella cumple el ritual de encerrarse en el baño, cerciorarse del hecho y dejar que la embargue la deliciosa distensión que experimenta cuando músculo por músculo su cuerpo, como si al fin hiciese polo a tierra, se descarga de su magnética energía.
     Los últimos cuatro días de esperar sin resultado que su cuerpo haga lo suyo la han alterado sobremanera. Recién cumplió cuarenta y ocho pero la madurez no ha hecho más que acentuar su aire juvenil de mujer hermosa a quien no arredran las pocas libritas de más que bien disimula destacando sus mejores atributos: el cuello largo, los brazos bien torneados, el escote que revela los pechos tersos. El rostro es dulce, ovalado con ojos más bien pequeños de largas pestañas, nariz mediana y una boca larga, sensual con un arco de cupido atrevidamente delineado con lápiz rosa oscuro. El cabello es abundante, liso, y le cae un poco por debajo de la oreja. El gusto que exuda por estar en el mundo le hace emanar una fuerza sensual, muy femenina. La idea de la vejez la espanta, pero su espanto está dirigido a la vejez lejana de los ancianos arterioescleróticos, olvidadizos, temblorosos, dependientes y ajados. Nunca antes ha pensado en cómo empieza aquello, en cómo se llega de la juventud a ese estado de ruina. Se ha sentido capaz de controlar alguno que otro dolor o rigidez en la espalda, pero esta vez no encuentra remedio.          Este asunto de su regla es diferente. Conoce teóricamente que existe algo llamado menopausia, pero no quiere pensar que sea eso.  Sin embargo, su mente –ese camino por el que viaja su imaginación, mientras circula por el barrio quieto en su coche- la lleva por una senda oscura llena de señales de alerta, de grandes rótulos iluminados encendiéndose intermitentes que anuncian MENOPAUSIA, el fin de su feminidad.
      Ernesto Arrola tampoco mira por donde va. Ha salido a buscar a un colega carpintero para pedirle prestada la cola para madera que requiere para terminar un par de sillas que fabrica por encargo. Está corto de dinero y él y el amigo se ayudan en situaciones similares. Encuentra el taller del otro cerrado y va de regreso pensando en la clienta que llegará mañana. Imagina lo que le dirá cuando, a pesar de lo prometido, él no pueda cumplir a tiempo. No lo intimidan sus clientes, en general, pero esta doña en particular es especialmente altanera y sabe cómo hacerlo sentir pequeño, incapaz. Le recuerda a su madre. Le saca el niño malcriado que lleva dentro. Tendrá que soportar su diatriba y se pregunta si podrá hacerlo sin que la propia arrogancia lo lleve a pedirle que jamás vuelva a poner pie en su taller, lo cual sería una lástima pues es una buena clienta a pesar de todo y él la necesita, necesita que ella le pague las sillas. Fibroso, delgado, alto, lleva dos o tres días de barba sobre una cara precisa de escultura clásica; los rasgos estilizados, la nariz larga y recta, los pómulos altos y la piel  como azúcar quemada.                  Confiado de sí, cómodo en su cuerpo, transmite en su andar una cierta desfachatez, un aire despreocupado. No sonríe pero se adivina que lo hace con facilidad por el trasfondo de ironía con que miran sus ojos. Del pelo oscuro abundante le cae un mechón sobre la frente.  Sólo las manos inquietas, los brazos tensos revelan un carácter acostumbrado a enfrentar con determinación cualquier cosa que le sirva la vida. Recién nota que dejó el taller sin cambiarse los zapatos y que calza las sandalias de cuero viejo que un cliente italiano dejó olvidadas dentro de un baúl antiguo que llevó a reparar pero que nunca recogió. Ernesto no posee mucho pero es pulcro. No le gusta salir desarrapado. En fin, se consuela, es poca la gente que se fija en los pies de los demás, pocos son los que tienen miradas entrenadas como la suya. Los pies de la gente lo llaman como magnetos, los de las mujeres sobre todo. No podría vivir con una mujer de pies feos, por muy linda que fuera. En cambio, los pies lindos lo excitan. Más de un domingo va al muelle del lago a ver pasar los pies de las paseantes. Le basta que pase un par hermoso para tener sus fantasías eróticas cubiertas para la semana. En su barrio sólo hay una mujer de pies bonitos. Se pregunta si estará de turno en la farmacia. Piensa que pasará a verla antes de regresar a su casa. Se encamina hacia el semáforo para cruzar la calle, pero decide que no vale la pena, más rápido cruzar allí mismo.
     Margarita de los pies bonitos está atendiendo a un cliente cuando mira a Ernesto al otro lado de la acera. Encuentra sus ojos. Él le sonríe y enrumba hacia ella.
    (-Yo vi el accidente –declarará ella después al policía- El venía para la farmacia. Me saludó y cruzó, pero apenas había puesto el pie en la calle cuando la camioneta lo levantó por los aires, lo atropelló y Ernesto salió volando sobre el capó y fue a dar detrás del coche, al pavimento (aquí la muchacha empezará a llorar)
      A Emma le gusta conducir a buen paso cuando no a alta velocidad. Toma impulso para subir la cuesta y baja por la pendiente acelerada. El hombre surge frente a ella como saltan los payasos de la cajas de juguete. No tiene tiempo de reaccionar. Lo embiste mientras atina a empujar el freno hasta el fondo. La sensación de golpear huesos y piel, la instantánea de piernas y chancletas sobre el vidrio delantero, el grito despavorido de la chica de la farmacia, el impacto sordo del cuerpo cayendo detrás del vehículo, se encadenan como anillos de boa constrictor atenazándola toda. Se detiene bruscamente. Las manos rígidas sobre el timón no le responden, no quieren soltar la rueda. De golpe  el atardecer que apenas empieza a suavizar las líneas ásperas de aquel barrio de casas modestas, zapaterías, vulcanizadoras, tiendas de abarrotes, aceras irregulares, sale de su impávida melancolía; se llena de rostros, de gritos, de gente corriendo. Emma intenta controlar los espasmos de sus piernas que empiezan a temblar. No atina a abrir la puerta. No cree que podrá caminar.
     Un hombre se asoma al vidrio de la ventana. La llama “señora, señora” con una voz de día del juicio, instándola a responder por sus pecados. Lo mira y él sin duda nota la confusión, la parálisis de ella y hace intento de abrir la puerta. Emma al fin logra tocar el botón del seguro y sale apoyada en él, resbalándose hacia el suelo hasta tocar con los tacones el pavimento. Un grupo de gente la rodea, los demás están todos alrededor del hombre que yace más allá, ella no sabe si muerto o vivo. No quiere ni preguntar. Siente la onda de condena de los curiosos condensarse sobre su traje de lino verde claro, el saco holgado. La miran surgir indemne del vehículo. Perfecta, sin un rasguño. Ella vacila. Lleva zapatos de tacón de cinco pulgadas. Se siente como una gigante. No se le ocurre nada más que descalzarse con un gesto penitente. Tira los zapatos dentro del carro y avanza un poco tambaleante hacia su víctima. Mientras camina va poco a poco recuperando sus facultades. Se pregunta si alguien llamaría una ambulancia. Mete la mano en su bolso, tantea dentro buscando el celular. La ambulancia, dice, ¿llamaron a la ambulancia? Todavía no, dice alguien. Ella marca el número. La operadora pregunta la dirección. Ella le pasa el teléfono al hombre que la lleva del brazo. Dele la dirección por favor. Y ahora ya está en el círculo que se abre para que ella vea al hombre que gime y sangra de la cabeza, que está descalzo; un hombre joven, le calcula treinta o treinta y cinco años.. No está muerto, pero el brazo derecho está torcido en un ángulo imposible, totalmente dislocado. Emma se pone la mano sobre la boca. Ay Dios, exclama.



lunes, 13 de octubre de 2014

ACTIVIDAD PARA SALIDA DIDÁCTICA 3° AÑO

UN POEMA VISUAL.

En vista de la salida didáctica a realizarse los días 14 y 16 de octubre,  se
instrumenta esta actividad donde los estudiantes,  en grupos determinados por el
docente,  deberán crear un poema y presentar un análisis escrito  del mismo
en una carpeta.  La composición se creará a partir de:

1)       la foto de una construcción edilicia o,
2)       la foto de  un espacio verde o,
3)       la foto de un rostro femenino o,
4)       la foto de un rostro masculino.


En sí, la propuesta consiste en seleccionar, en base al material fotográfico recabado en el paseo, un objeto lírico para el poema, recordando que éste término hace referencia a la circunstancia o ser que provoca un estado anímico determinado en el poeta.
 También se deberá elegir una emoción o estado de ánimo determinada del poeta que dé origen a la composición poética.
En tercer lugar, no podrá faltar el motivo lírico, es decir, el concepto o a la idea presente en una determinada composición poética. Esta idea o concepto representa lo más importante del mensaje,  siendo por lo general un sustantivo abstracto, como la tristeza, el amor, la soledad, la nostalgia, la alegría. En otras palabras, se refiere al sentimiento que surge del estado anímico y de la circunstancia. El último elemento a tener en cuenta por el estudiante será el ser ficticio creado para transmitir  al lector su realidad, impresiones, sentimientos y emociones, llamado hablante lírico.
Luego, solo queda la tarea de escribir, borrar, suprimir y volver a escribir.  Los  estudiantes pueden y deben consultar el diccionario de sinónimos para ampliar vocabulario, así como incluir alguno de los recursos literarios propios del género y estudiados en clase.   El texto deberá entregarse por escrito para su corrección antes del día 31 de octubre de 2014 (aunque cada grupo tiene una fecha específica).
La  imagen seleccionada aparecerá como portada del texto creado con el título otorgado al poema y el nombre de los integrantes del grupo. 
El análisis deberá contar con cada uno de los aspectos estudiados:  la escansión de los versos, señalado la rima y definido los recursos literarios que ha utilizado con su correspondiente fundamentación.

Para practicar la métrica y los recursos estudiados, habrá que seguir las siguientes reglas al momento de la composición:

a)                   Los versos deben ser todos de 8 sílabas.
b)                  Se estipularán como mínimo  cuatro estrofas
c)                   Se deberá incluir - al menos uno por estrofa-,  una comparación, una metáfora,  una hipérbole y una anáfora.

El docente determinará un calendario de fechas para las presentaciones que no deberán exceder los 10 minutos.
Una tercera etapa, establece que el texto creado se deberá transcribir utilizando un programa  de internet conocido como  Imagechef,  pensado para crear poesía visual.  Esta es  una forma experimental donde la imagen en sí misma forma parte del poema. Es una poesía no verbal que se mueve entre la literatura, el diseño o el arte.
¿Cómo se usa el programa Imagechef?   Se hace en 5 sencillos pasos.  Primero, se accede a la página web de la aplicación. Aunque se pueden utilizar las herramientas básicas de Imagechef sin registro, el grupo deberá registrarse para poder guardar sus imágenes o enviarlas por correo electrónico. Para ello, clica en el botón ‘Unirse Imagechef’ en la barra del menú y rellena el formulario de acceso (se requiere tener 13 años o más).  Para la elaboración de poemas visuales nos interesa la opción ‘Mosaico de letras’. Desde aquí, introduciendo el texto y seleccionando una silueta disponible; podremos cambiar el color, añadir símbolos al texto, variar el tamaño… pudiendo enviar el trabajo por correo electrónico o publicarlo en algunas redes sociales (Facebook y Twitter).




GRUPOS DE TRABAJO

3°  A
3°  B
3°  C
1
Argón   
Dubrehil
Guillén, Facundo
Rodríguez, G. 
Alvarez  
Benítez
García  
Cuenca  

Acosta, A.  
Giuliano  
Olivera  
Quintana   
Minigutti

2

Barreiro
Musetti   
Santoro  
Reolón


Fontona
Bianchimano    
Tubino    
Nauar


Acosta, B.  
Agarbado  
Solís  
Gallulo
3

Bentancor    
Clavero      
Rodríguez, L.          
Medina


Borsani   
Campos        
Gómez
Silva, F.


Bálsamo  
Barboza  
Waltes   
Carrasco

4

Delfino   
López 
Moreira
Etchegoinberry

Castaño  
Vallejo  
Giacoya
Montero    
Silva, J. 


Borchio  
Cáceres  
Castillo  
Ocaño
5

Cabezas    
Duarte       
Ruiz   
Tomás

Porley
Ciavaglia  
Tomás
Michelini 
Mendez 


Cáceres  
Charamello 
Ferreira 
Perazza
6

González
Duffau
Helguera          
Rodríguez, E

Fajardo
Fernandez
Machín
Baraibar  (cambio de último momento a 
petición especial del alumno)


De Luca  
Eastman  
Passadore  
Portal
7

Guillén, Fátima     
Maya 
Rocha


Saldaña 
Heinzen  
Pereira 
Sanabia